La definición de fantasma y poema se parecen. Ambos son una suerte de espectro vertical que bien podría catalogarse. Podrían existir grandes almacenes para su clasificación, pero supongo que sería inútil; el fantasma y el poema no atienden la cartografía de los mapas y traspasan la barrera del amor. Al menos esto nos enseña la poeta Pilar Rodríguez Aranda en Catálogo de fantasmas.
Poeta que experimenta con la figura del espectro, juega con la forma del poema como para reconfigurar la huella del recuerdo; para reconfigurar un sexo que no sabemos si es ilusión o deseo; un amor quimera que se nos ha pegado a la suela del zapato y nos acompaña siempre. "Hay lugares / que tú nunca hallaste en mi alma / profundos / oscuros / eternos / sin piel / Lugares dentro y alrededor nuestro" ¿Pero quién puede ver el poema? La poeta invoca la evocación de un amor que sin mapa es una especie de ouija rota. Un hombre roto que se convierte en fantasma. Una mujer rota que sueña con tocar su alma.
La poesía de Pilar es un ánfora vacía porque el vacío es el único color que ven los muertos. "Un poema y cien palabras no son suficientes ni gritándolas oímos / nos las bebimos" Sucede entonces que la mujer ve al niño; regresa sobre los pasos del hombre y en su infancia no descubre al fantasma sino al niño. Limpio, libre, jugando con la tierra.
Catálogo de fantasmas es una fisura en el tiempo; la poeta nos lleva de la mano en un viaje, cruza de un mundo a otro, de un espacio a otro. El fantasma es la metáfora, ella es el poema y se despide mientas nos deja una pista para la siguiente vida: "La emoción no está perdida, solo da vueltas".
Sihara Nuño, escritora y librera.
Errenteria, Gipuzkoa.
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